Lo que sí me importaba era que me hacía sentir bien. O quizás bien, no, pero llena, sí. Era grueso y llegaba hasta el fondo de Ada, tocaba contra la pana del juramento, dilatándole el cuerpo de una forma que parecía decir, con decisión, estás viva y no has muerto. Para mí, con eso bastaba. Viva quería decir carne. Viva quería decir que tenía un cuerpo con el que moverme.