El mundo es un continuo de decisiones. Todo aquello que nos mueve está vinculado a elecciones que se concretan.
Qué palabra se incluye luego de la ya pronunciada, a qué sitio hay que dirigirse, qué se come, en qué mesa de un bar opta un sujeto por sentarse, a qué colegio enviar a los niños o qué espectáculo ir a ver.
Todo es decisión.
Se suele circunscribir la idea a los ámbitos de negocios, pero en verdad lo que allí se expresa es el modo en que cada individuo se conduce con sus elecciones en la vida cotidiana.
Decidir implica decenas de mecanismos que involucran cuestiones como:
• Evaluar alternativas.
• Medir consecuencias.
• Resignar expectativas.
• Ceder.
• Negociar.
• Ajustar acuerdos y respetarlos.
• Analizar y deducir.
• Gestionar la frustración.
• Aceptar los posibles errores.
• Visualizar el escenario.
• Involucrarse.
• Llevar el timón.
• Ajustar rumbos.
• Comprender lo sucedido.
• Ir más allá.
Como toda capacidad, la toma de decisiones es un atributo perfectible. Las neurociencias están a la cabeza de las preferencias modernas en torno a ese camino de desarrollo.