Volvió a darle la vuelta a la hoja y encaró el lado donde había escrito «Querida B». Nada de lo que se le ocurría le parecía apropiado. Todo pretendía suplantar con palabras su vida en común, pero en vano. Su vida en común era su vida en común, y nada podía asumir su representación sino ella misma, y nunca un puñado de palabras garabateadas en el dorso de una lista de la compra.