y, por un instante, brillar el destello de la tibia perspectiva de una blonda de media autoadherente que desaparece durante algunos centímetros de muslo -blanco- y que después reaparece en el ribete de unas braguitas, poco más que un relámpago pero que, sin embargo, penetra en los ojos de un señor de traje oscuro que no deja de caminar, pero que se lleva consigo, grabado en la retina, el tibio relámpago que le abrasa la conciencia y se abate sobre el cerco de su sopor de hombre cansadamente casado, con gran ruido de metales y lamentos