Durante mucho tiempo había vivido en bibliotecas y en despachos universitarios, frunciendo el ceño frente al ordenador, puntuando trabajos, yendo a la caza de referencias académicas. Este era un tipo distinto de caza. Aquí yo era un animal distinto. ¿Alguna vez has visto a un ciervo salir de su escondite? Da un paso, se detiene y se queda quieto, levanta el hocico y mira, olisquea. Puede que un espasmo nervioso le recorra los costados. Y entonces, una vez ha comprobado que no hay peligro, emerge por completo de los arbustos para pastar. Esa mañana, me sentía como el ciervo.