su proyecto para un Teatro Total (1928) que Gropius desarrolló para el dramaturgo Erwin Piscator, el adalid del teatro político en la República de Weimar. Juntos concibieron una «máquina espacial» para la catarsis social por medio de la inmersión en una experiencia estética integral de luz, sonido y movimiento que fundía el teatro, la danza, el cine y la música, que cuestionaba las tradicionales barreras arquitectónicas que separaban a actores y espectadores, ilusión y realidad, arte y vida.