A pesar de que el número de pruebas que confirman el papel central de la colaboración en la evolución de las especies no deja de aumentar, esta idea sigue ocupando un lugar marginal con respecto a la idea de la competencia. ¿Por qué? Estoy convencido de que la causa principal del escaso interés que suscita el estudio de la colaboración como fuerza evolutiva tiene que ver con el hecho de que la mayor parte –casi la totalidad– de las pruebas que refrendan esta teoría provienen del mundo de las plantas, que, como tales, no se consideran relevantes.