Te extrañé muchísimo. —Doy el primer paso en la confesión. ¿Acaso no lo ha hecho él?—. ¿Tú también?
—Me faltaste. Me faltas.
—¿Te hice falta? —Lo miro, tratando de comprender.
—No, me faltas, como si fueras una parte de mí, como una extensión de mi cuerpo. Si no estás, me faltas.
—¿No es lo mismo?
—No. Si me haces falta, tengo el anhelo de verte. Si me faltas, tengo la necesidad de verte. Es imperioso, indispensable, vital. Me faltas, Emily.