—Comprometido —dijo él con amargura—. Todo el mundo está comprometido. En un pueblo todo el mundo está comprometido, o casado, o anda enredado. No hay otra cosa que hacer allí. Uno va al colegio. Empieza por acompañar a alguna chica hasta su casa, quizá por la sola razón de que vive cerca. Uno crece. Ella le invita a fiestas en su casa. Es invitado a otras fiestas familiares y se le dice que vaya con ella. Hay que acompañarla a casa. Pronto sucede que nadie más la saca a pasear. Todo el mundo cree que es la preferida de uno, y entonces… Bueno, si no la invita a salir de paseo, empieza uno a sentirse un sinvergüenza. Y luego, como no hay otra cosa que hacer, uno termina casándose. Y las cosas andan bien si ella es una muchacha decente (y por lo general lo es) y uno tiene por lo menos algo de decencia. No hay lugar para una gran pasión, sino para un bienestar monótono y pálido.