Jamás nos devolverán nuestros rituales si no nos ocupamos nosotros de pedirlos. Reivindiquémoslos y el ritual regresará. Pidamos acudir a las incineraciones, insistamos en estar presentes en el entierro. Busquemos implicarnos, aunque sea únicamente cepillando el pelo a nuestra madre mientras yace en el ataúd. Insistamos en aplicarle su tono favorito de lápiz de labios, ese que se habría llevado a la tumba. Insistamos en cortarle un mechón de pelo para guardarlo en un anillo o un relicario. No tengamos miedo. Son actos humanos, actos de valentía y de amor frente a la muerte y la pérdida.