La supervivencia pasa por la rutina. Si la situación se tuerce, más vale saber dónde está cada cosa. De lo contrario, los pensamientos se agolpan sin orden ni concierto. Acabas pensando en todo a la vez. En las nubes, el horno, el café, las botas, la bandera. En el cuaderno de bitácora, en los cabos de amarre y en tu hija, que duerme en el camarote.
Quien deja de pensar con lucidez queda a merced del mar.