Giles desplegó su silla con una violenta sacudida. Esa era la única forma en que podía demostrar la rabia, la irritación, que le producían los viejos chochos que, sentados, se dedicaban a contemplar el paisaje y tomar café con leche, mientras Europa entera —allí, al lado— estaba erizada como... Giles no dominaba el arte de la metáfora.