“…acodados sobre la baranda helada de ese tercer piso, plateándose débil al colarse un primer resplandor, me dijo Bernabé, casi sin pensar: «Es, tiene que ser, la casa azul. No queda, no hay más opción, a esta altura de las cosas», como si dijera: «No sabemos soñar o, mejor dicho, son domésticos, débiles, casi siempre frágiles y vulgares, nuestros sueños cotidianos»”.
En la sexta novela de Pablo Judkovski, un abogado y un juez pujan por el derecho a narrar. Escribir es, para ellos, “la única, la manera más íntima, más decorosa, de aceptar la unión de uno con este mundo”.
La novela concluye con un epílogo de la poeta Mariel Manrique.