«Vivimos en el siglo XXI. Unas calzas y un jubón no nos acercan más a Shakespeare que unos tejanos y una camiseta». Esto lo dice Paul Edmondson, a quien varias décadas de lecturas y pensamiento crítico le permiten mantener el tono aforístico y revoltoso de un gran profesor a lo largo de libros enteros, por ejemplo este. Edmondson es uno de los mayores expertos en la vida y obra de Shakespeare que puedan encontrarse, y también uno de sus herederos en el sentido de “decir lo cierto, no lo que es debido” («El rey Lear”). Quizá porque sabe que Shakespeare siempre nos devolverá a nuestra propia subjetividad, a lo que queramos pensar con él. Y tal vez por eso no tiene reparos en afirmar que «el Imperio británico exportó a Shakespeare y lo impuso por doquier junto con la lengua inglesa”, al tiempo que deja claro cómo, y por qué, el genio incontestable del célebre poeta y dramaturgo no ha perdido vigencia e internacionalidad desde entonces; cómo se ha vuelto “culturalmente promiscuo”. Edmondson da cuenta de la manera en que Shakespeare nos habla a todos, y de por qué su sensibilidad política es atemporal. Así nos relata que Hitler prohibió un montaje de «Julio César” en Alemania, y cómo el carácter más humano que local de la obra convirtió una puesta en escena de “Trabajos de amor en vano” en el Kabul de 2005 -que por primera vez en treinta años ponía a hombres y mujeres en un escenario— en un acto tan atrevido como lo fue una representación de “Otelo” en el Johannesburgo del “apartheid”.
¿Por qué Shakespeare? He aquí la pregunta que articula todas estas páginas y que Edmondson lleva una vida entera haciéndose. Y he aquí un libro lleno de respuestas que, al mismo tiempo, plantean otra cantidad de interrogantes que solo nosotros podemos contestar. Prerrogativas del arte y de cómo lo hacemos nuestro.