Ahora bien, la razón por la que no me siento tan alejado de ti en este preciso momento es que recuerdo tus modos y gestos y tu forma de actuar; conozco tu manera de pensar, tu manera de sentir: sé cómo será tu alegría, cómo será tu pena, y sé cómo caminas, cómo te detienes, cómo deambulas, te sientas, te ríes o bromeas, y todo ello de un modo tan real que es como si estuvieras a mi lado. Seguramente tú me recuerdes también así, y más aún si te digo que leeré un pasaje de Shakespeare cada domingo a las diez: si tú haces lo mismo a la misma hora, estaremos tan cerca el uno del otro como pueden estarlo dos cuerpos ciegos en una misma habitación