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Marion Gibson

Brujería

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  • Lucas Molina Munerahas quoted2 days ago
    distintos tipos de nieve, y tanto su lengua como su cosmovisión resultaban difíciles de comprender para los colonos.
  • Lucas Molina Munerahas quoted2 days ago
    El decreto de 1617 de Cristián IV hacía probable una oleada de juicios por brujería, pero John Cunningham se encargó de volverla certidumbre.
  • Lucas Molina Munerahas quoted2 days ago
    El archiduque Segismundo retiró su favor a Heinrich
  • Lucas Molina Munerahas quoted2 days ago
    Puesto en antecedentes por el obispo Georg, Christian sabía que algunas de las acusaciones eran repugnantes. No necesitó más excusas para intervenir. Aunque el juicio se estaba celebrando bajo la autoridad del obispo y del archiduque, ambos albergaban dudas. ¿Era prudente dejar que un foráneo perturbara a la comunidad y hostigara a sus comerciantes? ¿Era aquel inquisidor, pese a toda su autoridad papal, un peligroso excéntrico? Las autoridades archiducales, municipales y diocesanas habían colaborado en la investigación hasta entonces: el papa difícilmente habría dudado de su buena fe. Pero ahora Heinrich había mostrado hasta qué grado de bajeza estaba dispuesto a llegar, y Christian reaccionó. Las vidas sexuales de los ciudadanos de Innsbruck eran, dijo, «asuntos privados que no atañían al caso». El notario recogió que Christian, por tanto, «no estaba dispuesto a entrar en dichas cuestiones por ser irrelevantes» y pidió a Heinrich que pasara a otro asunto. Christian hablaba en nombre de la iglesia local; así que Heinrich obedeció. Pero en cuanto empezó a hacer otra pregunta Christian volvió a interrumpirlo. Preguntó por qué Heinrich no había presentado por escrito los «artículos» —los cargos que debían ser investigados por el tribunal— antes de la vista. ¿No debería hacerlo ahora? Desconcertado, Heinrich se avino a suspender el juicio hasta las once, poner por escrito los artículos y llevarlos a la sala. A Helena la llevaron de nuevo a las celdas
  • Lucas Molina Munerahas quoted2 days ago
    Primero, tuvo que responder a las preguntas de Heinrich.22 Estas empezaron de forma inofensiva: «Dime dónde naciste y te criaste». «En Innsbruck», respondió escuetamente Helena. «¿Eres una mujer casada?». «Sí». «¿Cuánto tiempo llevas casada?» «Ocho años». El notario añadió: «Esposo: Sebastian Scheuber», lo que sugiere que Helena dijo su nombre —que era un nombre respetado en Innsbruck—. A Sebastian no se le permitió acudir al tribunal a defender a su esposa, pero su nombre seguía siendo relevante. Un escalofrío recorrió la sala cuando la gente recordó el rumor: ¿Le había sido fiel Helena a Sebastian? ¿No la había deseado Jörg Spiess como amante? Heinrich sabía que ese era un punto débil en la reputación de Helena y se agarró a él. «¿Llevas una vida ordenada?», comenzó a decir, y cuando ella respondió con rapidez afirmativamente, le preguntó de manera brusca: «¿Eras virgen en el momento de tu matrimonio?». Las autoridades reunidas contuvieron el aliento de pronto. ¡Desde luego que nadie le hacía esa pregunta a una respetable esposa de Innsbruck! Así que la pregunta que pretendía avergonzar y atrapar a la sospechosa no hizo sino conferirle mayor dignidad. Helena se negó a responder. La voz del representante del obispo, Christian Turner, rompió aquel silencio de incredulidad al preguntar a Heinrich para qué necesitaba aquella información.
  • Lucas Molina Munerahas quoted2 days ago
    A las nueve en punto las autoridades se hallaban reunidas en el ayuntamiento, arrastrando sillas y moviendo papeles, envueltas en sus pieles para protegerse del frío. Además de Heinrich, estaba presente Christian Turner, un observador que representaba al obispo Georg Golser. Y otros observadores eran Sigismund Sämer, sacerdote de la cercana parroquia de Axams, y el doctor Paul Wann, un clérigo de Passau y otro amigo del obispo. El obispo Georg estaba enfermo y no había podido asistir, pero se había asegurado de que hubiera ojos vigilando a Heinrich. Un notario de la ciudad redactaba las actas, y tras todos ellos estaba la autoridad del archiduque. Aunque él no estuviera presente, el tribunal se hallaba a unos metros de su casa con tejados de oro, y el juicio solo se habría celebrado con su aprobación. Heinrich le dijo al ujier que trajera a Helena de las celdas que había bajo el ayuntamiento, donde llevaba presa desde principios de octubre. Sus primeros intercambios de frases fueron espinosos. Helena protestó acerca del juramento que la obligaba a decir la verdad, lo que podría ser otra señal de sus inclinaciones reformistas, pues algunos reformistas rechazaban los juramentos que implicaban objetos sagrados. Finalmente, «tras muchas palabras del inquisidor», como resume el notario, «ella juró por los cuatro evangelios de Dios decir la verdad». A continuación, la interrogarían, y si el tribunal lo estimaba necesario, sería torturada. En ese punto ella probablemente confesara y fuera condenada a muerte.
  • Lucas Molina Munerahas quoted2 days ago
    Cuando fueron interrogadas por el inquisidor en las vistas privadas preliminares, las siete negaron ser brujas. En esa fase, ninguna había sido torturada, pero entonces serían juzgadas para determinar si había un caso por el que responder y si la tortura era necesaria para descubrir la «verdad». Así que el sábado 29 de octubre, Heinrich y sus secretarios desfilaron por la plaza del mercado de camino al ayuntamiento de Innsbruck para celebrar el juicio de las brujas ante el obispo y los representantes del archiduque. Se trataba de un tribunal eclesiástico autorizado por el papa, pero organizado por el obispo local y amparado por el poder del archiduque Segismundo. Heinrich sería el juez, a pesar de ser también el denunciante de al menos una de las mujeres, Helena, y estar convencido de su culpabilidad. Así era como la Inquisición había llevado sus tribunales desde sus inicios en el siglo XII : las acusaciones, las investigaciones y el juicio quedaban en manos de las mismas personas. Aunque la conducta de Heinrich parece especialmente contaminada de parcialidad. Utilizó el procedimiento habitual de la Inquisición para escenificar un caso que sentaba precedente en favor de su nueva teoría demonológica. Dejó que su antipatía personal y su misoginia influyeran en su selección de sospechosos. Presionó para emplear la tortura. Y evidenció su objetivo primordial en su plan para el primer día de juicio: Helena Scheuberin sería la primera en comparecer ante el tribunal.
  • Lucas Molina Munerahas quoted2 days ago
    Otras acusaciones eran más extrañas: Rosina Hochwartin supuestamente había embadurnado una blusa de una pasta mágica que enfermaba a quien la vestía, había hervido la cabeza de un hombre muerto y había usado el cadáver de un ratón como amuleto para conseguir que el archiduque la favoreciera. Barbara Pflieglin había causado una diarrea sosteniendo un junco en la corriente del río Inn. Los grotescos y repugnantes ingredientes y resultados de los rituales mágicos sugieren que los habitantes de Innsbruck veían a las brujas como inmundas alimañas que contaminaban su comunidad. Para Heinrich y otros, Helena Scheuberin era la cabecilla de aquella plaga de brujas. Sus acusadores sugirieron que la obsesión de Jörg Spiess con ella se debía a un filtro de amor, y la hermana de Jörg pensaba que, en lugar de utilizar un veneno para matarlo, Helena había empleado un trozo de carne de niño. Una acusación que la vinculaba con otras mujeres acusadas junto a ella, de las que se pensaba que habían utilizado huesos de niños muertos en sus hechizos. Las brujas eran a menudo vistas como mujeres opuestas a la feminidad: mujeres que odiaban a los niños, la maternidad y el cuidado de la casa. Se trataba de una inversión del conocimiento que sustentaba las profesiones tradicionalmente femeninas del cuidado de los niños, la lactancia, la partería y el consejo sobre asuntos domésticos. En lugar de ayudar, la gente llegó a sospechar que estas mujeres asesinaban bebés y niños. Que en lugar de cocinar alimentos saludables, preparaban bebedizos con veneno o hervían carne humana para sus pociones mágicas; una idea que quedó reflejada en cuentos del folklore centroeuropeo como el de Hansel y Gretel.20
  • Lucas Molina Munerahas quoted2 days ago
    Por ello este libro se propone contar las historias de los acusados de brujería desde su propia perspectiva, añadiendo información fruto de las más recientes investigaciones acerca de sus orígenes y sus familias, sus creencias, sus miedos y esperanzas, su historia más que la historia de sus perseguidores. Veremos qué les ocurrió en su contexto social, político y económico, pero el foco estará sobre su experiencia. Los juicios de bruja tienen como propósito el ejercicio de poder sobre otros —dañar, silenciar, juzgar y matar—. Sin sentir las chispas del dolor y el resentimiento que debían arrancar, no podremos entender la ilegitimidad, la pura injusticia de la persecución. Y si no las sentimos, ¿cómo vamos a combatirlas? De modo que, allí donde puedo, me acerco a las acusadas, las llamo por los nombres que se daban a sí mismas e imagino lo que debieron ver, sentir, oler y pensar. La historia particular de esas mujeres a veces se cree irrecuperable. Pero no siempre es el caso. Hay vacíos en nuestro conocimiento de su experiencia, en gran parte debidos al hecho de que los testimonios ante los tribunales fueron recogidos por hombres cuya sociedad los condicionaba hacia creencias misóginas y a los que interesaban poco las vidas de aquellas a las que condenaban. Pero algunos de esos huecos pueden llenarse mediante la investigación o el pensamiento creativo. No es esta una historia especulativa; sus fuentes, incluidos los testimonios originales y los estudios de expertos, aparecen en las notas. Valiéndose de esa investigación, el propósito de este libro es devolver a las acusadas otras identidades distintas de la de «bruja» y permitir al lector descubrirlas y conocerlas por sí mismo.7
  • Lucas Molina Munerahas quoted2 days ago
    Pero eran acusadas junto a otras mujeres, algunas de las cuales eran las mismas que habían empleado sus servicios, mientras que de otras se sospechaba por distintas razones. Por ejemplo, la idea de que las mujeres que eran brujas eran también sospechosas de herejía y tenían una reputación de promiscuidad. Algunas de las brujas de la primera parte fueron vistas como herejes, miembros de la secta cristiana «equivocada» o activamente opuestas al poder cristiano. Algunas pertenecían a pueblos indígenas que poseían su propia religión. A otras de estas mujeres acusadas de brujería en la primera parte se les atribuyeron amantes extramaritales o habían dado a luz hijos ilegítimos, lo que las dejaba marcadas como transgresoras de la moral cristiana. Sus actividades sexuales al margen de las normas y su condición de madres solteras preocupaban a sus acusadores y se las vinculaba a conocimientos femeninos especiales acerca del sexo y la fertilidad.
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