Me preguntaron
si era feliz
y dije que sí
como si hiciera
flamear
una bandera
metros de tela roja
ondulando
contra el cielo.
Sí, soy feliz.
Mi lengua lo dijo
rápida
antes que recordara
antes que pudiera pensar.
Soy feliz, insistí
creyendo en la negación
como la forma última
de conjuro.