A pesar de que el cardenal Pironio, a quien el propio papa Juan Pablo II mandó a Guadalajara para oficiar el entierro de su colega, dijera con contundencia: Queremos saber quiénes y por qué privaron de la vida a nuestro hermano Juan Jesús Posadas. Y a pesar de que Ramón Arellano Félix, capo del Cártel de Tijuana, tuviera finalmente audiencia con el nuncio del Vaticano Girolamo Prigione y le jurara por lo más sagrado no estar involucrado en la muerte del cardenal, lo hizo por su madre, Doña Alicia, que había decidido retirarles la palabra hasta que aclararan sus asuntos ante la Iglesia.
Así es: uno de los capos del Cártel de Tijuana
pidió audiencia
con el embajador del Vaticano en México
porque su mamá estaba muy muy enojada.