El más bello amor

la rutina hace del amor un ejercicio de melancolía, que va apagando los sentimientos en un lento desgaste sin que por ello desemboque en tragedia.

El dolor no tardó en convertirse en un rencor que supuró venganza en La duquesa de Langeais, retrato de tintes crueles en que pinta a su adorada como mujer sin corazón

Toda existencia personal descansa en el secreto; quizá a ello se deba en parte que los hombres cultivados se preocupen tanto de que se respeten los secretos personales.

Estaba decidida a matarme al minuto siguiente de su muerte. Más tarde, la ausencia trajo otras enseñanzas más amargas todavía: que uno se habitúa a la ausencia, que la mayor mengua de uno mismo, el más humillante sufrimiento es sentir que ya no se sufre.

amor tranquilo, sosegado y fuerte que inspiran las mujeres honestas,

no te haré daño, solo cogeré de tu vida lo necesario para que la mía no se apague.

nada consuela haber perdido lo que nos pareció que era el infinito.

esos rostros de cartón, esas arrugas prematuras, esa fisonomía de los ricos en la que gesticula la impotencia, en la que se refleja el oro, y de la que ha huido la inteligencia.

Ahí jamás se ama al prójimo. Agudezas sin profundidad, muchas indiscreciones, comadreos y, por encima de todo, lugares comunes:

para obtener constantemente los mismos efectos, hay que doblar las dosis, y la muerte o el embrutecimiento está contenido en la última.