«Polvo a sus pies, para él ahora lo soy de verdad» alcancé a pensar como aletargada, y en mí despertó la noción incierta, difusa, de que acababa de ocurrir algo muy singular: una demencial humillación y sumisión propia, me dejé pisotear y arrojar al suelo.
Sin embargo, en lo más profundo de mi alma se disolvió algo que había estado tensado al extremo, como un espasmo interno, y me invadió con un ardor trémulo, y algo en mí estalló de alegría.