¿Se puede ser adolescente a los ochenta y cinco años sin haber perdido la cabeza?
Esa es la pregunta que tendrá que contestar Alejandro. El día que ingresa en la residencia de ancianos lo hace con el convencimiento de que su vida está llegando a su fin. Sorpresivamente se cruza con ella: Lucía, aquella mujer con la que vivió un intenso y apasionado romance cuarenta años antes.
Entonces, su mundo se remueve. Solo Alejandro conoce la razón por la que no pudo asistir aquel día a la cita donde iban a emprender una vida juntos y, ahora, tendrá que responder por ello. La vida resurge de nuevo; la muerte puede esperar.