Esta caracterización de la mayor continencia en el uso de estimulantes practicada por las mujeres de las clases bien reputadas puede parecer un refinamiento lógico excesivo realizado a expensas del sentido común. Pero hechos que están al alcance de quien quiera tomarse la molestia de observarlos nos dicen que la mayor abstinencia practicada por las mujeres se debe, en parte, a un convencionalismo imperativo; y ese convencionalismo es, de modo general, más fuerte allí donde la tradición patriarcal —la tradición de que la mujer es una cosa— ha conservado su influencia con mayor vigor