La noche de Getsemaní esconde lecciones muy relevantes sobre la condición humana: nos habla de la soledad del hombre, de la traición y del perdón.
Después de la Última Cena, Jesús se dirigió al Huerto de los Olivos de Getsemaní, donde solía orar con sus discípulos. Esa noche fue traicionado por Judas y negado por Pedro. Esa noche Dios guardó silencio. Jesús el hombre estaba solo. Fue detenido por los soldados y se inició su calvario.
La deslealtad de sus dos discípulos tiene matices diferenciales muy relevantes: Judas actúa por venganza y acepta un pago -las treinta monedas— por su felonía; su gesto es el desafío del discípulo al maestro. En cambio, la negación por tres veces de Pedro, el predilecto, está impulsada por el miedo.
Una vez consumada la vileza, cada uno de los dos discípulos reaccionará de forma diferente, arrastrado por la motivación de su gesto: Judas quitándose la vida; Pedro reconociendo su error y la imperfección humana, lo cual hará posible un amor renovado.
La noche de Getsemaní nos habla del Dios ausente, de la soledad del hombre, de la traición y del perdón. Este episodio del Nuevo Testamento esconde lecciones muy relevantes sobre la condición humana, que el autor aborda desde el psicoanálisis.