Marco Aurelio decía: «El dolor es una representación viva del dolor: haz un esfuerzo de la voluntad para modificar esa representación, recházala, deja de quejarte, y el dolor desaparecerá». Y es verdad. Un sabio o, simplemente, un hombre reflexivo y razonador, se distingue precisamente porque desprecia el sufrimiento; siempre está satisfecho y no se sorprende de nada.