Un mapa cómo

La poesía sostiene, como el tronco del árbol, el cuerpo de los frágiles.

La poesía sirve para hacernos preguntas, aunque no hallemos las respuestas.

Quien escribe, resiste.

Por eso el duelo y las tareas domésticas
mientras los niños duermen,
la ambigüedad de los cuerpos borrosos
y la tristeza.

Vuelvo siempre a los poemas
que me hablan.

Un mismo sueño se repite: sobre los árboles,
un pájaro alzaba el vuelo muy lentamente
y se iba yendo.
Tal vez, pienso, no te moriste
porque el pájaro vuelve.

¿Sabes, abuela, que ahora sé hacer confitura
con las peras de los árboles?
¿Sabes que he aprendido a utilizar las manos?

Es la soledad haciendo un surco sobre la mesa,
las migas empezándose a secar,
el rastro de sus manos cuando en realidad
ni sus manos ni su cuerpo han pisado antes
esta casa húmeda de piedra gruesa.

Pienso que detrás del jardín
o del huerto
hay algo de escritura:
se forma sobre la vida
y busca belleza,
pese a todo.

Donde cabe la nostalgia hay una silla y un vestido sucio,
mira el delirio, mano abierta apuntado a la herida.