Nada distingue a los sandelas de los humanos corrientes, nada, salvo que son capaces de crear espejismos. A través de ellos, manipulan a sus víctimas, ajenas a los hilos invisibles con los que se somete su voluntad, haciéndoles vivir en la mentira y el engaño. En otras palabras, destruyen la realidad.
Aunque los sandelas fueron erradicados de Meindra hace dos décadas, la amenaza de su retorno persiste. Por suerte, en Kisela cada año se forma una nueva generación de kie-hais. Ellos no son solo los mejores guerreros del continente, son, además, los Guardianes de la Realidad: los únicos capaces de oponerse al poder de los sandelas.
Kay y Áledrin son kie-hais, pero nunca han tenido que enfrentarse a ningún espejismo. Nunca, hasta ahora, pues el primer sandela del que se tiene constancia en Meindra en años se cruzará en su camino y cambiará sus vidas para siempre.