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José Maria Eça de Queirós

El crimen del Padre Amaro

En esta novela José María Eça de Queiroz nos muestra, de manera descarnada, Lo oscuro de la naturaleza humana.

Todos los matices posibles de un ser humano, desde los más admirables, pasando por los más siniestros y hasta los más bajos son puestos ante nuestros ojos por la maestría del autor. Y esto nos resulta más fuerte cuando el personaje es un integrante de la Iglesia. En El crimen del padre Amaro el autor utiliza los recursos del realismo, movimiento al que admiraba y adhería.

En las Conferencias del Casino (1871), organizadas por el poeta Antero de Quental, defiende al realismo como una herramienta que abrirá los ojos de la sociedad para avanzar y en contra del Romanticismo al que en ese momento se lo consideraba como causa de la decadencia de la sociedad. En este sentido en los momentos más dramáticos de la novela se vale de los recursos del Romanticismo desplegando una maravillosa prosa poética para describir los paisajes, los cuales acompañan la tristeza de los personajes. Pero estas tristezas y sufrimientos están generados por la falsedad y la hipocresía de quienes se debería esperar justamente honestidad, consuelo, castidad.

Así, a la aguda crítica a la sociedad se agrega una sutil, pero no por eso menos intensa, crítica al Romanticismo. No se salva la sociedad portuguesa representada por Lisboa ya que la obra se cierra con una pintura triste y sórdida de la actitud de los portugueses frente a los hechos de la Comuna de París en 1871.
560 printed pages
Copyright owner
Bookwire
Original publication
2017
Publication year
2017
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Impressions

  • Veronica Elizondoshared an impression5 years ago
    👍Worth reading
    🔮Hidden Depths
    💡Learnt A Lot
    🎯Worthwhile
    🚀Unputdownable

Quotes

  • Veronica Elizondohas quoted5 years ago
    —Amigo mío, tú puedes tener socialmente todas las virtudes pero, según la religión de nuestros padres, todas las virtudes que no son católicas son inútiles y perniciosas. Ser trabajador, casto, honrado, justo, honesto, son grandes virtudes pero para los curas y para la Iglesia no valen. Si tú eres un modelo de bondad, pero no vas a misa, no ayunas, no te confiesas, no te descubres ante el señor cura… eres simplemente un desvergonzado. Otros personajes más importantes que tu, cuya alma fue perfecta y cuya norma de vida fue impecable, fueron considerados auténticos canallas porque no habían sido bautizados antes de ser perfectos. Seguramente habrás oído hablar de Sócrates104, de otro llamado Platón105, de Catón106, etcétera. Fueron individuos famosos por sus virtudes. Pues un tal Bossuet107, que es el gran modelo de la doctrina, dijo que de las virtudes de estos hombres el infierno estaba lleno… Esto muestra que la moral católica es diferente de la moral natural y de la moral social… Pero son cosas que tú comprendes mal… ¿Quieres un ejemplo? Yo soy, según la doctrina católica, uno de los mayores sinvergüenzas que se pasean por las calles de la ciudad y mi vecino Peixoto, que mató a su mujer a los golpes y que está acabando por el mismo método con su hijita de diez años, es considerado entre el clero un hombre excelente, porque cumple sus deberes religiosos y toca el figle108 en las misas cantadas. En fin, amigo, estas cosas son así. Y parece que están bien, porque hay miles de personas respetables que las consideran buenas. El Estado las mantiene, incluso gasta una fortuna para mantenerlas, hasta nos obliga a respetarlas… y yo, que estoy aquí hablando, pago todos los años un impuesto para mantener las cosas así. Naturalmente, tú pagas menos…
  • Veronica Elizondohas quoted5 years ago
    —Escucha. Y la muchacha, terminando contigo y obedeciendo las instrucciones del señor cura fulano o mengano, se porta como una buena católica. Es lo que te digo. Toda la vida del buen católico, sus pensamientos, sus ideas, sus sentimientos, sus palabras, el manejo de sus días y de sus noches, sus relaciones de familia y de vecindad, los platos de comidas, su vestuario y sus diversiones…, todo esto está regulado por la autoridad eclesiástica, ya sea abad, obispo o canónigo, aprobado o censurado por el confesor, recomendado y ordenado por el director espiritual. La buena católica, como tu pequeña, no es dueña de sí misma, no tiene razón, ni voluntad, ni albedrío, ni sentir propio. Su cura piensa, quiere, decide, siente por ella. Su único trabajo en este mundo, que es al mismo tiempo su único derecho y su única obligación, es aceptar esa dirección, aceptarla y no discutirla, obedecerla, vaya por donde vaya. Si esa dirección se opone a sus ideas, debe pensar que sus ideas propias son erradas. Si hiere sus inclinaciones, debe pensar que sus inclinaciones no son buenas. Así que, si el cura le dijo a la pequeña que no debía casarse, ni siquiera hablar contigo, la criatura prueba, obedeciéndolo, que es una buena católica, una devota consecuente y que sigue en la vida, lógicamente, la regla moral que ha elegido. Así son las cosas, y perdona el discurso.

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