Él no dijo nada. Yo sabía, al verlo, que, mientras estuviera en ese estado, sería inútil preguntarle nada. Significaba que había visto u oído algo tan feo o espantoso, que había quedado paralizado. Cuando éramos más pequeños, me había explicado que, cuando la situación era muy mala, su alma se limitaba a meterse detrás de su corazón, acurrucarse y quedarse dormida.