Dante no leía el griego y por eso te llamó Neptuno, mas yo sé que se refería a ti. En Paraíso XXXIII, el último canto de la Divina Comedia, el poeta, iluminado por la luz eterna de su inefable visión, sabe que se ha adentrado en lo hondo del misterio divino y ha contemplado la unidad de todo lo existente en el universo, y, aun así, quiere describir cuanto ha visto. El poeta sabe que no será capaz de retener esa visión, porque no es sino un simple mortal, y que la imagen se le borrará de la memo