Por entonces empecé a tener sueños bastantes desagradables. Antes de que diagnosticaran mi enfermedad, me sentía muy aburrido con la vida. No parecía existir nada que mereciese la pena, aunque, poco después de salir del hospital soñé que iba a ser ejecutado, y de repente comprendí que eran muchas las cosas valiosas que podía hacer si fuese indultado.