—¿Qué está pasando por esa cabecita? —preguntó Brenda.
—Absolutamente nada. Por un tiempo, no voy a pensar más —afirmó, y hablaba en serio. Por primera vez en toda su vida, estaba libre y a salvo, y ese logro le había costado muy caro.
A continuación, Thomas hizo lo único que se le ocurrió. Extendió la mano y tomó la de Brenda.
En respuesta, ella le dio un apretón.