Amanda y sus amigas en una interminable partida de cartas nocturna. Una madre ausente de la cual apenas se habla. Renata, la niña que sólo logra penetrar en el mundo de su abuela a través de la literatura, ese lugar imprecisable en la frontera del deseo. Un procedimiento de espejos convexos permite revivir la historia familiar a partir de episodios en los que se confunden testimonio y ficción: ¿Qué ha sucedido verdaderamente en cada escena y qué se ha deformado en el recuerdo? Renata intentará rescatar su biografía mientras se mira en otra niña misteriosa y cruel.
Pero tal vez nos engañemos y sea Amanda quien relata cada acontecimiento. De este lado y del otro se consumen las cenizas de un recuerdo y se plantean preguntas. Y en la añoranza de un pasado que se cuenta a retazos y en ese presente minuciosamente enfocado, los registros se alternan. Dos novelas se organizan simétricamente en una.
Una sola imagen refractando el devenir de estas mujeres ligadas por la erótica y la muerte. Una imagen difusa para una escritura que sólo puede ser una práctica póstuma.
“Desde el primer momento queda al descubierto el esfuerzo de su escritura por eludir la frase obvia, por ceder a la facilidad de la mera acción. Da gusto leer a una Lina Meruane que no le tiene miedo a la palabra”. Javier Edwards Renard, El Mercurio.