a Biblia es el gran código de la civilización –ha escrito Northrop Frye– no sólo por el repertorio de símbolos, figuras, imágenes e historias que ha ofrecido y sigue ofreciendo a lo largo de los siglos, sino porque cuenta, metiéndola en la épica sensual de las vicisitudes concretas de unos hombres y de un pueblo, los motivos fundamentales de la vida, individual y colectiva: nacer, desear, errar, fundar, destruir y perder patrias, amar y odiar al hermano, vivir intensa y sensualmente la existencia, su gloria y su vanidad, elevarse a la intuición y a la revelación de lo que trasciende el tiempo, la vida, las cosas creadas y la propia mente que trata de imaginar a ese Dios que es justicia y amor pero en cuyas manos, dicen las Escrituras, es también terrible caer, precisamente porque es inconcebible, totalmente otro con respecto al hombre.