En La lluvia de fuego, de Leopoldo Lugones, el fuego cae sobre la ciudad. «De pronto, el esclavo que atravesaba el jardín con un nuevo plato, no pudo reprimir un grito. Llegó, no obstante, a la mesa; pero acusando con su lividez un dolor horrible. Tenía en su desnuda espalda un agujerillo, en cuyo fondo sentíase chirriar aún la chispa voraz que lo había abierto.»
En un increscendo continuo la tragedia, de origen desconocido, amenaza con arrasarlo todo y un hombre vive aislado en un sótano entre botellas de vinos y víveres que allí se acumulan. En tímidas incursiones al exterior el hombre irá descubriendo las dimensiones de la tragedia provocada por La lluvia de fuego.