en todas partes. Todos hemos conocido por lo menos a uno: el ser perpetuamente contrariado, el insatisfecho crónico, el que, invitado a un banquete suntuoso, solo se fijará en qué alimentos faltan. ¿Por qué iban a verse privados de su pasión por la queja en el momento de morir? Están en su perfecto derecho de echar a perder su muerte.