Romy no es precisamente la chica más popular de la escuela. Tiene su reputación pero no es buena y su nombre es bien conocido por sus compañeros pero por razones bastante terribles. Romy carga el peso de la mala reputación de su padre y eso, más el sistema de autoridad corrupto y podrido en el pueblo hacen que un hecho lamentable se ponga en duda sólo porque la denuncia salió de boca de Romy. Está sola, se siente muy sola y luego de lo ocurrido en la fiesta del lago, esa sensación de inseguridad e impotencia vuelve de golpe para atormentarla una vez.
Pues vaya vaya con este libro, ¡ha sido una muy grata sorpresa! Admito que me costó unos poquitos capítulos lograr sumergirme en la historia pero una vez que lo hice, ¡ufff! Ya no podía parar. Me estaba comiendo las uñas pero no sé si por la ansiedad de saber si Romy estaba o no involucrada en el misterio que se nos presenta a la mitad del libro o si era debido al estrés de pensar que ¡Romy no dejaba de regarla! Sentía tanta pena por ella que no hubo capitulo en que no quisiera serle un bachón y luego abrazarla. Tambien me dieron ganas de que a todos sus compañeros los atropellara un camión, los odié.
Poco antes de la mitad la historia me atrapó por completo y eso ayudado por la narración tan amena hicieron que la lectura me resultara lugerísima.
Pero el final me parece agridulce; deja entrever que Romy a tomado una decisión importante pero pues me hubiera gustado leer que a todos sus compañeros los atropelló un camión. No me queda claro si se hará justicia o no y eso me desespera pero a la vez le da un toque de realidad porque así es la justicia últimamente, bastante incierta. Y eso me duele.
Definitivamente lo recomiendo.