En Ligero, Ismael Ramos hace fuerte lo sutil. Aquí el paisaje, la amistad, el deseo, el entorno que nos configura, el pasado —e incluso el ignoto futuro— se dicen con una voz limpia, de marcada personalidad. Este libro aborda —como ya hiciera Fuegos— una reflexión sobre la intimidad propia y la intimidad compartida, posando la mirada sobre los demás (la madre, el padre, los amantes, las mujeres de la limpieza…) para intentar comprender la imagen de ese espejo plural, que nos devuelve los pequeños gestos, el brillo apagado de las rutinas, cuando buscamos en él las grandes respuestas.