una parte importante de nuestra experiencia lectora proviene de la incomprensión: no comprendemos del todo eso que vamos leyendo y entonces eso mismo, intentar comprender, provoca el esfuerzo de transitar la lectura de un libro; así es como hemos estado viajando los lectores, de un libro a otro, desde aquellos lejanos días de infancia hasta estos días de hoy. Entonces un buen libro es quizá el que nos propone esa dificultad. Esto viene a cuento porque muchos libros editados para niños y jóvenes están escritos en un lenguaje y con asuntos simplificados al extremo, en línea con lo oficial, lo congelado, lo esperable, evitando y evitándonos pensar. Leer es aprender a entrar en la vida y en la lengua, así la literatura nos ofrece su misterio porque al permitirnos entrar en un otro diverso, al incluirnos en su mundo e incluyéndolo en el nuestro, nos abre a nuevas experiencias de contacto con el sufrimiento, el asombro, el dolor, el regocijo o la maldad; y a la vez nos ofrece la curación de esos sentimientos porque, como dice Grossman, “los libros son el único lugar donde pueden coexistir las cosas y su pérdida