El modo en que Jesús trataba a sus adversarios es, de hecho, una grave reprimenda a la iglesia de nuestra generación. Necesitamos prestar mayor atención al modo en que Jesús trató a los falsos maestros, lo que Él pensaba del error religioso, cómo defendió Él la verdad, a quién elogió y a quién condenó; y lo poco que Él realmente encajó en el estereotipo de agradable que con tanta frecuencia se le impone en la actualidad.
Además, su actitud hacia la falsa doctrina debería ser también la nuestra. No podemos querer agradar a los hombres y ser siervos de Cristo al mismo tiempo.