Este libro debiera haberse editado con una faja que remedara a Walt Whitman: quien toca este libro toca a una mujer. En Los salmos fosforitos caben el cuerpo y sus voces, la leyenda y su emoción: invocaciones interiores, memorias exteriores, tensión pendiente. Palabras arrastradas por el canon. Tradiciones revisitadas para cambiarlas. Berta García Faet —una de las poetas más destacadas de la nueva generación— hurga en la llaga de la literatura, con un trabajo ambicioso de lenguaje, quebrando la expresión y recomponiéndola con una guía nuclear: la relectura de Trilce, obra capital de César Vallejo.
«Esta poesía espera, propicia y presupone la intimidad del diálogo hospitalario con el lector. Su libertad verbal hace que el poema reverbere en este diálogo creativo, tienda puentes con elocuencia empática, y desarrolle un intercambio vivaz y novedoso de afectividad, humor, y mutua inteligencia. Por ello, lo notable no es solo su repertorio temático urbano ni su derroche de fresca mundanidad sino su capacidad de establecer un territorio de comunicación que no se debe solo al poeta y al lector, ambos convertidos en actores del discurso, sino a la textura, calidad, pálpito y fluidez del habla mutua, que es la materia que nos hace más vivos. El poema, así, es un territorio del habla, y no solo del habla oral sino de sus registros temporal, emotivo, gozoso, irónico y duradero.» (Julio Ortega, El Boomeran[g])