—Te estaba mirando a ti —dijo, en voz tan baja que casi no le oyó—. Solo te miraba a ti.
Pero eso fue antes de…
Ella puso la mano sobre la de él. Una mano pequeña, delicada, blanca rosácea.
Perfecta.
—¿Marcus? —musitó ella.
Y entonces cayó en la cuenta, por fin. Eso fue antes de que la amara.