Aún me acuerdo de esa bruma azulada, parecida a la de las montañas de Suiza, que recubre todas las cosas en esa época dichosa en que se está a punto de salir de la infancia, cuando ese círculo, enorme, despreocupado y feliz, se va convirtiendo en un camino cada vez más estrecho, en un desfiladero en el que entramos con una mezcla de angustia y alegría, a pesar de que nos parece fascinante y luminoso… ¿Quién no ha pasado por eso?