es
Books
Claudio Magris

Utopía y desencanto

  • Adal Cortezhas quoted25 days ago
    La civilización y la democracia liberal están de parte de Napoleón, del código que abate los muros del gueto, y no de parte de quien construye esos muros o de quien dejaría en cualquier caso que quien estuviera en posesión de la fuerza para hacerlo levantase guetos para encerrar en ellos a quien le pareciera. Sin ley no hay orden ni libertad; el eclipse del derecho deja al mundo, dirían los romanos, a merced de los latrones.
  • Adal Cortezhas quoted25 days ago
    La reputación del Estado está desde luego echada a perder por los estatólatras, que hacen de él un valor absoluto y olvidan que está al servicio del individuo –de todos los ciudadanos– y no a la inversa y que nace para mayor garantía del individuo, cosa que no sucede en las dictaduras de Hitler o de Stalin. Pero las dictaduras son la negación del Estado, que con ellas cae en manos de grupos exentos de toda legitimación, en manos de aquellos poderes que los romanos llamaban globalmente latrones.
    La diversidad de la vida, bien inestimable, no tiene por qué estar necesariamente humillada, sino que puede ser protegida por el Estado.
  • Adal Cortezhas quoted25 days ago
    Ciertamente, Estado y derecho se nos antojan prosaicos, melancólicos; las cosas esenciales de la vida –el amor, la amistad, la aventura, la muerte– suceden sin códigos y el vaquero es más fascinante que el burócrata, aunque la literatura austríaca nos haya dado inolvidables retratos de burócratas y de su profunda y ambigua poesía existencial. Pero si el Lejano Oeste es seductor, con ese héroe generoso que defiende a la muchacha inerme de los malvados pistoleros que quieren robarle el rancho, cabe preguntarse qué ocurriría si por ventura no llegase ese héroe providencial, que en la realidad por cierto no llega casi nunca. Y las películas del Oeste muestran la necesidad del shérif, con el que da comienzo la obra de la ley y el Estado, sin la que los débiles están expuestos a la violencia de los fuertes.
  • Adal Cortezhas quotedlast month
    Los valores, como enseñó de una vez por todas Max Weber, no se pueden demostrar, sino sólo mostrar; precisamente por eso, como bien sabía el mismo Weber, son el elemento fundamental, lo más importante de la vida –o, como decía, el demonio de la vida de cada uno–, y se falsean fácilmente en las declaraciones programáticas, que caen con facilidad en la retórica o el sermón.
  • Adal Cortezhas quotedlast month
    Los violentos, sostenía Manzoni, son responsables no sólo del mal que infligen a sus víctimas, sino asimismo de la perversión a la que les inducen, arrastrándoles a su vez a cometer ellos también un mal.
  • Adal Cortezhas quotedlast month
    Una violencia infligida a un individuo no es justa por el mero hecho de que el así llamado sentimiento común la apruebe, como quisiera hacernos creer cierta sociología mal entendida. El antisemitismo en Alemania en la época del nazismo o la violencia contra los negros en Alabama correspondían ciertamente al sentimiento de una amplia, quizás amplísima parte de las poblaciones de esos países, pero no por ello eran justas.
  • Adal Cortezhas quotedlast month
    A veces puede ser verdad lo que grita el doctor Stockmann en El enemigo del pueblo de Ibsen: «La mayoría tiene la fuerza, ¡pero no la razón!» Y entonces hay que obedecer a las «no escritas leyes de los dioses» a las que se atiene Antígona, aunque dicha obediencia –o sea desobediencia a las inicuas leyes del Estado– pueda acarrear consecuencias trágicas.
  • Adal Cortezhas quotedlast month
    La ley positiva, por sí misma, no es legítima, ni siquiera cuando nace de un ordenamiento democrático o del sentimiento y la voluntad de una mayoría, si atropella a la moral; por ejemplo una ley racista, que sancione la persecución o el exterminio de una categoría de personas, no será justa aunque venga aprobada democráticamente por una mayoría en un parlamento regularmente elegido, cosa que podría ocurrir o ya ha ocurrido.
  • Adal Cortezhas quotedlast month
    Si a veces –en determinadas circunstancias en las que, a pesar de todo esfuerzo, no es de veras posible darse cuenta de la situación y de los valores que están realmente en juego– la así llamada buena fe puede ser un atenuante, más a menudo es en cambio un agravante, puesto que es el resultado de una prolongada labor de corrupción de la propia conciencia, aturdida, embriagada o empañada por la costumbre de la mentira y el mal, hasta el extremo de llegar a ser incapaz de distinguir el bien del mal, a convencerse de estar en lo cierto incluso cuando se mancha de culpas porque se niega a mirar cara a cara a la realidad, a la dificultad y la responsabilidad en la elección, a la necesidad de juzgar y de ser juzgada.
  • Adal Cortezhas quotedlast month
    Jünger no debiera dar ocasión para repetir el rancio juego de condenas y rehabilitaciones, por parte de una izquierda y una derecha que intentan desbancarse ideológicamente. Es un escritor significativo, que hay que leer y respetar, pero desde luego no es uno de los grandes y ni siquiera su envidiable longevidad puede darle la verdadera grandeza que le falta a su aliento poético. La edad, decía otro anciano, Knut Hamsun, no trae aparejada necesariamente la sabiduría u otros valores; a menudo no trae nada más que la edad.
fb2epub
Drag & drop your files (not more than 5 at once)