Abrumada por una larga cesantía y tras un reciente quiebre amoroso, Laura Naranjo ocupa su tiempo reflexionando sobre las minucias que acontecen a su alrededor. Los pensamientos que le sugieren los ladridos de un perro al amanecer, así como las conjeturas en torno a la vida de los ancianos de su barrio en Ñuñoa, funcionan para ella como una forma de evasión, una suerte de antídoto que viene a aliviar el tedio de las horas muertas.
Una oferta de trabajo la saca de su ensimismamiento: debe recopilar información sobre criminales chilenos de la primera mitad del siglo XX. Estas indagaciones comienzan a obsesionarla más allá de lo conveniente hasta que, empujada por una tétrica coincidencia, logra establecer puntos de conexión entre un asesinato ocurrido en 1947 en la calle Ejército y El Alemán, un excéntrico anciano de su barrio que, a poco andar, demuestra estar rodeado de enemigos.
Decidida a esclarecer el misterio, Laura Naranjo entra en un mundo donde confluyen antiguas heridas del pasado, intereses económicos y el incombustible deseo de venganza, dando cuenta de una verdad que no por sabida deja de ser menos inquietante: la violencia yace oculta bajo un manto de normalidad, y puede alcanzar a cualquiera.