—Quería protegerte —dice Eldas en voz baja al cabo de un ratito. Doy un respingo al romperse de pronto el silencio en el que he estado sumida toda la tarde—. Por eso te dije que te quedaras en el castillo. —Oigo su voz temblar, como si luchara con su propio temperamento, pero por primera vez desde que lo conozco, lucha y gana—.