Desde el inicio de la evangelización de lo que ahora se conoce como América Latina, el arte, en sus diversas manifestaciones, fue un medio vital para mostrar el cristianismo a las culturas originarias. Muy pronto, los frailes se percataron de que ese medio, para que tuviera respuestas, no podía ser unilateral, es decir, solo europeo, sino que tenía que incorporar el universo americano. Primero en sus formas, gustos y colores; después, con el surgimiento y crecimiento de las ciudades, a mediados del siglo XVI, fue incorporando la conciencia de la existencia de una nueva tierra, con hombres diferentes a los de España.