No está en la esencia de la naturaleza humana vivir sólo de recuerdos, y así como las plantas y cualquier ser necesitan la fuerza nutricia de la tierra y la luz del cielo filtrada una y otra vez, para que sus colores no palidezcan y sus cálices no se deshojen marchitos, también los sueños, que parecen no ser de este mundo, necesitan alimentarse de sensaciones, el sostén de la ternura y de lo palpable, de otro modo su sangre y su intensidad pierden brillo.