El genio de las metamorfosis, acababa de ser emancipado por la botánica y por la química. Fué un atrevimiento, pero fecundo en resultados, el desviar á Lamarck de la botánica, donde había pasado lo mejor de su vida é imponerle la obligación de ocuparse de los animales. Aquel genio ardiente y acostumbrado á obrar milagros para la transformación de las plantas, lleno de fe en la unidad de la vida, sacó á los animales y al animal grande (el globo) del estado de petrificación en que se hallaban, restableciendo, de forma en forma la circulación del espíritu. Semiciego, á tientas, tocó intrépidamente mil cosas á que los más perspicaces no osaban aún acercarse. Siquiera él obraba instigado por el ardor de la ciencia. Geoffroy, Cuvier y Blainville los encontraron calientes y con vida. «Todo está vivo—decía aquél,—ó lo estuvo. Todo es vida, presente ó pasado.» Grande esfuerzo revolucionario contra la materia inerte, que conduciría hasta suprimir lo inorgánico. Nada estaría completamente muerto. Lo que ha vivido puede dormir y conservar la vida latente, una aptitud para revivir. ¿Quién está verdaderamente muerto? Nadie.