Leer, leer en infinitivo, leer infinitivamente, sin que nadie, ningún lector individuado, sea aún el sujeto de ese verbo; leer, como si fuera posible conjugarlo a la manera de los fenómenos meteorológicos y decir lee, tal como se dice llueve o nieva… Una lectura murmullo, ahí, en el umbral del texto, a la espera de que tú le prestes tu voz, o tal vez, más bien, que reconozcas como tuya esa voz apenas audible que tiembla en la zona gris donde algo de la lectura ya está en ruta, ya en tren, a la manera de un movimiento que tú atraparás al vuelo.