El amor por la literatura en tiempos de algoritmos

La pregunta que surge de esta situación no es si existen o no alternativas a las redes sociales y al autodiseño, sino si existirán otras estructuras posibles de organización de las plataformas tecnológicas, capaces de ofrecer otros bienes y vías de salvación a los artistas que les regalan sus datos y parte importante de su obra. Quizá la formulación de este tipo de utopías sea una de las cuestiones más urgentes que la cultura literaria empieza a plantearse en nuestros días

Ahora bien, ¿qué sucedía con quienes no usaban pañuelo en sus avatares o en sus perfiles? Podríamos decir que no sucedía nada. Pero no fue así. Dado el nivel de emotividad virtual que generó el debate sobre la ley, todos aquellos con vida digital activa que no mostrasen el avatar quedaban bajo sospecha y eran potenciales sujetos de impugnación. Se exigía, al menos, que aclarasen su posición respecto del tema. No tener el ícono verde o celeste era posicionarse por fuera de las normas del autodiseño politizado

, como decía Jacques Rancière, entendemos la política como una práctica capaz de afectar a las instituciones y de producir un reordenamiento de los cuerpos mediante las demandas de un sujeto colectivo

Mientras el arte contemporáneo abandonó hace rato la idea de obra cerrada que caracterizó al modernismo tardío, la propuesta de un manifestódromo peca por no contemplar que el fundamento último de una manifestación en la vía pública es ejercer violencia sobre la clase política y en especial sobre los que cada vez más aparecen como sus verdaderos representados: los sectores rentísticos de la sociedad

Desde el advenimiento de internet, la sociedad se encuentra en estado de alarma permanente. Y el nivel de movilización en el espacio público refleja esta agitación, producto de la necesidad de las personas de legitimar su constante militancia virtual en el espacio público callejero

Más allá de esto, el punto es que resulta excepcional que el escritor-obra de arte viva de sus libros o de sus derechos de autor

El anonimato es una operación casi imposible, no solo por la vigilancia, sino porque parece poco interesante desde lo artístico. Se dirá que Elena Ferrante, la escritora italiana desconocida, opera contra esta idea. Por el contrario, tiendo a creer que Ferrante es una excepción que confirma la regla

Los únicos que pueden escribir solo para sí mismos, paradójicamente, son quienes alcanzan la muchas veces relajada relación de dependencia estatal. O los rentistas, al mejor estilo de Flaubert

Hoy los escritores se funden en la masa de editores de video, diseñadores gráficos o programadores web que proveen de contenidos baratos a los grandes cazadores de atención y de clics en abstrusos sistemas de maquila cultural desplegados a nivel global: un proletariado de monotributistas sin representación ni sindicato, emprendedores del self

Pero lo más frecuente es que también redacten guiones publicitarios, escriban discursos para políticos o para medios digitales, subtitulen películas o series, o subsistan gracias a pequeños talleres medievales de enseñanza de escritura. Todos son profesionales, todos son amateurs. “Su avatar es lo único que tienen.”